¿Qué significará el tiempo sin relojes?

lunes, 13 de julio de 2015

escena cruel en un espejo


El retrovisor enfoca una caída. Pestaña que se recorre en la distancia y ahoga lluvia. Un antifaz de ojos humanos, solo el espacio del espejo: allí ocurre todo, detrás del párpado-infierno, el minuto embutido en la línea del horizonte humano. Mamá, ella solo dice mamá muy bajito, un esbozo. Pero se pierde en el infierno del coche, no hay retrovisor que se lo guarde, y la vida es el jugo de dos ojos que se abren y miran al vacío. Un punto infinito, de choque, y de repente se atisba otra cabeza, un cráneo de cabello oscuro y muy corto que atraviesa el rectángulo de espejo muy, muy deprisa. Por trayectoria, ha bajado: debe estar más acá de la cara de ella, ese marco que entorna pupilas demasiado conscientes. Echa la cabeza hacia atrás; ahí está la nariz, enrojecida y sorbiendo ahora esa especie de agua que la hace rebosar. La piel, pálida, no tiembla, pero sigue trazando la curva y aparece la boca en el espejo. Boca retorcida, boca que se muerde para doler, boca que evita algo, boca desesperada y en silencio. Pero mamá, repite, mamá, ahora está claro. Mamá, mamá, mamá, como esperando un socorro de arriba, ya no a la madre sino a un ser que pueda protegerla. Es la cabeza, se adivina, es la cabeza que se atisbó, un intruso que rompe el cuadro de los ojos y la nariz y la boca y las dos sílabas, ma-má. Y pasa: los labios se abren, enseñan los dientes, retuercen la lengua, y sale un sonido muy agudo pero a la vez gutural. El ruido llena el espejo y luego, luego se va. El lago sólido enfoca mano que tapa los labios y arruga la piel, violencia y uñas marcadas en el pedazo que se ve de las mejillas. Se mueve, el rostro se mueve, va de un lado a otro, pero olvida el reposo y otra vez se le ven los ojos que tienen encima unas cejas contorsionadas. Los globos están aguados, rebosan, una gota cae y al tanto hay una tela que pasa fugaz como el dedo que se despoja de un anillo. Capa a capa, pasan líneas arrugadas y gruesas enfrente del espejo retrovisor. Hay dolor en las pupilas. Hay un mamá que ya no se dice, que se ha olvidado, una espera frustrada, un nadie te va a sacar de este coche. Entonces todo se lía, todo se enrolla, hay colores difusos y locos y de pronto plaf, quietud, todo ha cambiado: es un rostro de perfil el que se enfoca, un rostro de hombre y un cuello desnudo, cara que contrae los rasgos y da de repente una sacudida y se le ve soltar el aire y no dice mamá, no dice mamá. Ya no hay palabras, solo espejo y un sonido como de manos aplaudiendo lento, como de dolor entrechocando, brindando en el rectángulo-ventana. 





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