¿Qué significará el tiempo sin relojes?

lunes, 6 de julio de 2015

cuando dejaste de leerme


¿Te imaginas que vuelvas a leerme? Con esos ojos que cambian de color, y un lunar agarrado por siempre a la media luna del rostro. Los dedos largos, duros, haciendo ruido sobre el teclado. Y la boca. Un poco de barba y tú. Los dientes separados, la lengua fría, el beso escondido siempre ahí. Muerdes porque me lees. Te acuerdas de mí. Las noches, los chistes. Yo. Y no piensas, no piensas que sea así, que estés impreso levemente en el bordes de las palabras. Entre líneas. No estás, es cierto. Pero ¿te imaginas que vuelvas a leerme, y que aparezcas ahora, plaf, encima de esto, de esto, hoy para ti? Como antes. Como siempre. Como cuando te ponías una corbata negra sin venir al caso. Piénsalo. 

(Te puedo escribir, sin embargo, con toda esta libertad, porque ya no me lees. Porque los ojos se quedaron anclados a un marrón barroso, los dedos se torcieron, ya no hay música en objetos sordos. El beso salió disparado a la pared. Y no muerdes, ya no muerdes nada, solo bebes una y otra vez y te has metido en ese mundo de noche y mañanas que no están. Lo sé. Claro que lo sé. Ahora no piensas más en mí. Ya no estoy, no estamos: nos hemos hecho nudos de aire, nadie nos ve, no nos vemos, volamos lejos. Parecemos iguales. La sucesión lógica de las cosas. Tú así, bebiendo. Yo así, bebiendo. Cosas distintas. Todos los espasmos de risa que salían de mí se borraron del cuerpo. Ya no los recuerdo. Y las veces que lloré me parecen tontas. Te pasa lo mismo. Y te escribo. Para que no me leas. Porque a veces, cuando nadie entiende nada, cuando nada se cae de intenso, cuando mi beso se vuelve a esconder, yo sí que me acuerdo de ti, y soy una cabrona)

No hay comentarios: