¿Qué significará el tiempo sin relojes?

miércoles, 29 de julio de 2015


Yo no me daba cuenta. Solo estaba un poco rara. Escuchaba canciones más lentas. Creo que toda yo, entonces, era más lenta: andaba como ralentizada, tardaba 45 minutos en desayunar, respiraba de a poco. Hablaba menos. Cuando te veía, sobre todo cuanto te veía, hablaba poco. Se me hinchaba algo en la garganta. Casi no cabían las palabras dentro de mi boca, pero me daba igual, porque no las soltaba. Yo era tú. Ya mi cuerpo era una cáscara dejada a un lado, un mueble más en cualquier sala, y mis ojos disparados a tu cuerpo curvilíneo que esbozaba la vida en la pizarra. Todos los problemas, todos los traumas, todo lo dejaba detrás, mi piel ya no me servía, mi boca ya no salivaba. Era tan fácil vivir entonces. Ya otra conciencia dentro. No hacía falta pensar en moverme, o ponerme cómoda, porque de todo eso, de todo lo práctico y lo divino, te ocupabas. Dos en tu cuerpo, y el mío a un lado, clavado a una silla con pala, clavado al suelo y a la tierra y a un núcleo duro. Mi cáscara solo asida a las leyes naturales. Algún día muerta, algún día putrefacta. Pero mi espíritu viajaba a través del espacio y recaía en los pliegues de ti, en tu cuerpo que a la vez también estará muerto algún día, podrido algún día. La misma naturaleza humana, y sin embargo, todo era tan deseable desde el punto de la habitación en el que tú te movías. Todo era tan electrizante detrás de tu voz. Yo, por otro lado, siempre acababa posada en lo gris. En lo oscuro. En lo no-tú.


(¿por qué será que te echo de menos, carajo, a ti?
no puedo caer mi cabeza por un amanecer bonito.
o por un edificio que vi de lejos algún día.
o por un beso, al menos por un beso prieto y oscuro.
no, qué va, nadadora: tienes que ser tú,
una noche entera sin poder dormirme, sola en la cama,
tus palabras dando vueltas en el fondo de mi coco,
tus ojos clavados otra vez en mi esquina,
mirándome con fuerza y regalándome toda la culpa del mundo.
toma, es para ti, aquí tienes la culpa que no te mereces:
porque te la mereces, bonita mía, quiérete, inútil.
muac.
y la parálisis del tiempo una vez, hace años,
otra vez los mismos ojos, cercos negros corriendo en río
debajo de los míos. agua rebotándome en la coronilla,
yo sentada en el plato de ducha, sin pensar, sin pestañear,
la imagen de mi conciencia y tu crueldad vertida en mí.
todo eso, todo eso tengo que echar de menos
ahora que el cielo es azul y yo lo veo y lo siento aquí,
en el centro,
ahora que sé lo que es el centro, ahora que me leo las venas,
ahora que me sé.
dime: ¿has sido alguna vez justa conmigo?
¿has mirado alguna vez más allá de ti para mirarme?
¿te has merecido alguna vez ese despedazarse de tímpanos,
ese reventarse de pulmón,
ese craquetear de corazón?
no puedo rozarme con rabia los nudillos por una playa.
o por un plato con los dibujos desteñidos.
o por las tardes de pipas y nirvana y adolescencia exprimida.
no, no, tiene que ser por ti.
por un sueño en el que me echabas de tu coche.
por el miedo de ese sueño.
por una línea en un libro.
por una carta.
por un cuento.
por ti,
nadadora maldita, imposible muralla, temible viaje,
capa que hay más allá del cuerpo.
por última vez respirarte y sentir que no me salgo de mí,
que no dejo de ser lo que soy por casualidad,
que no rompo todo lo que he leído y todo lo que he escrito
para ser sin identidad, un lienzo en blanco, cualquier cosa
que puedas pintar o escupir o besar.
todo menos besar.
todo menos querer.
todo menos reconocer.
sí, tú, tú: tienes que ser tú lo que me rompe el tiempo,
lo que me arranca de mis locos edificios interiores.
no puede ser algo que me vea.
tienes que ser tú, que nunca te has salido de tu espejo
para verme bizquear al otro lado, a mí,
que te vi siempre más allá de la arruga de mis propios ojos,
que supe buscar en el espejo una distancia
para entender que era una ventana.
esta nota no tiene sentido. ninguna cosa justificada a la derecha
puede tener sentido. que lo sepas, nadadora, que lo sepas)

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